Comentario
Capítulo 39
De cómo los padres y madres, deseando que sus hijos y hijas viviesen, prometían de los meter en la casa de religión, que en cada pueblo havía dos, una más estrecha que otra, ansí para hombres como para mugeres, donde los metían en llegando a edad convenible
Después que el niño se iva criando, los padres que tenían desseo que viviesse, para que su vida se conservasse, prometíanle al templo donde se servían los dioses. Y esto a la voluntad de los padres, o los prometían de meter en la casa que se llama calmécac o en la casa que se llama telpuchcali. Si le prometían a la casa que se llama calmécac, para que serviessen a los dioses y hiziessen penitencia y viviessen en limpieza y en humildad y en castidad, y para que del todo se guardasen de los vicios carnales. Y si era muger, era servidora del templo que se llamava cioatlamacazqui; havía de ser subjecta a las que regían esta religión y havía de vivir en castidad y guardarse de todo deleite carnal y vivir con las vírgines religiosas que se llamavan las hermanas, que vivían en el monesterio que llamavan calmécac, que vivían encerradas.
Y cuando el niño o niña era prometido de meterle en el monasterio, los padres hazían fiesta a los parientes: dávanlos a comer y bever. Y si el padre y la madre querían meter a su hijo o hija en el monasterio que llaman telpuchcalli, embiavan a llamar al que allí era mayor, que le llamavan telpuchtlato. Comían y bevían, y davan dones: mastles y mantas y flores, por vía de amistad. Y el principal de aquella religión, que se llama telpuchcalli, después de haver comido y bevido y rescebido dones, tomava en braços a la criatura, hembra o varón, en señal que ya era su súbdita todo el tiempo que estuviesse por casar, y en señal que ya era de aquella religión o manera de vivir, que se llama telpuchcalli. Y agujerávanle el beço de abaxo, y allí le ponían una piedra preciosa por barbote. Y la niña que ya estava prometida al telpuchpan, entregávanla a la muger que tenía cargo de las otras, la cual llamavan ichpuchtiáchcauh, que quiere dezir "la principal de las donzellas". Y cuando ya era grandecilla havía deprender a cantar y a dançar para que allí serviese al dios que se llama Moyucoca y Tezcatlipuca y Yáutl. Y aunque era de esta religión la moçuela, estava con sus padres y madres. Y si era de la religión de calmécac, metíanla en aquel monasterio para que estuviesse allí hasta que se casare, serviendo a Tezcatlipuca. Y cuando la metían, davan comida a aquellas religiosas más antiguas de aquella casa, las cuales se llamavan cuacuacuiltin, que quiere dezir que tenían los cabellos cortados de cierta manera. Estas tomavan la niña o mozuela y ellas hazían saber al ministro del templo, que se llamava Quetzalcóatl, porque éste nunca salía del templo ni entrava en casa ninguna, porque era muy venerable y muy grave, y estimado como dios; solamente entrava en la casa real. Y haviendo hecho saber a éste de la moçuela que entrava en aquella religión, luego la llevavan al monasterio donde la havían prometido. Llevávanla por la mano o en braços, y presentávanla al dios llamado Quetzalcóatl, al cual servían los de esta orden, y dezían de esta manera cuando se la ofrecían: "¡Oh, señor nuestro humaníssimo, amparador de todos! Aquí están vuestras siervas, que os traen una vuestra sierva nueva, a la cual prometen y ofrecen para que os sirva su padre y madre, y bien la conocéis a la pobrezita, que vuestra es. Tened por bien de rescebirla para que algunos días barra y limpie y atavíe vuestra casa, que es casa de penitencia y de lloro, donde las hijas de los nobles meten la mano en vuestras riquezas orando y llamando con lágrimas y con gran devoción, y donde con oraciones demandan vuestras palabras y vuestra virtud. Tened por bien, señor, de hazerla merced y de rescebirla. Ponelda, señor, en la compañía y número de las mugeres vírgines que se llaman tlamacazque y tlamaceuhque, que hazen penitencia y sirven en el templo, y traen cortados los cabellos. ¡Oh, señor humaníssimo y amparador de todos! Tened por bien de hazer con ella aquello que es vuestra sancta voluntad, haziéndole las mercedes que vos sabéis que conviene". Dicho esto, si la moçuela era grandecilla, sajávanla las costillas y el pecho en señal que era religiosa; y si era aún pequeña, echávanle un sartal al cuello, que se llama yacualli. Y la niña, hasta en tanto que llegava a la edad convenible para entrar en el monasterio, traíase aquel sartal que era señal del voto que havia de cumplir. Todo este tiempo estava en la casa de sus padres; y desque llegava a la edad para entrar en el monasterio, metíanla en aquella religión de calmécac, casa de penitencia. Y también la moçuela, en siendo de edad, la ponían entre las religiosas de esta religión de calmécac.